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lunes, 14 de septiembre de 2020

👠LAS "PODEROSAS" BOTAS DE LULÚ


Me gustaban las botas de Lulú, eran las más autenticas y genuinas que había visto en mi vida. Brillaban en contra luz, a pesar de las arrugas que se mostraban en la piel del calzado. Ella era muy cuidadosa de las mismas, las limpiaba con un paño húmedo con jabón de calabaza, lustraba con gran ilusión todos los fines de semana.

 

Su hermana quien tuvo la fortuna de probar suerte como enfermera (aunque lo hizo más por obligación que por deseo) fue quien se las obsequió. Asistía eventualmente a las capacitaciones que brindaban en la cabecera municipal a todas aquellas personas que ejercían la noble de labor de "Médicos Rurales". Allí, eran capacitadas y les enseñaban todo lo necesario para brindar los primeros auxilios, curaciones y atenciones primarias, todo lo que se consideraba eran posible brindar con las capacidades mobiliarias limitadas de un ejido (pueblito).

 

Lulú estaba falta de zapatos, así como de muchas cosas que pudieron haber hecho la vida más fácil, sin embargo, eso no era impedimento para triunfar diariamente. La economía de la casa no era de las mejores, siempre vivían apretándose los estómagos (como suele decirse coloquialmente) y así, también los sueños parecían inalcanzables. Es por ello que no podía darse el lujo de poseer zapatos buenos, de piel, de esos que duran mucho y con amor siglos.

 

En unas de las capacitaciones a la que su hermana fue, les dotaron de equipamiento personal para poder acudir a atender a la gente del pueblo, incluso, cuando las inclemencias del tiempo no fueran tan buenas. Instrumental básico quirúrgico, telas adhesivas, torundas de algodón, merthiolate, batas rompe vientos y en todas esas cosas, habían allí unas hermosas botas de piel, de esas que usan los soldados militares y, por si fuera poco, justamente eran de su talla.

 

Aunque notó que le quedarían, como un ensamble perfecto a sus pies, no dijo algo al respecto. No se ilusionó, ya que conocía la razón de ese equipamiento. Su hermana a pesar de que ya percibía ingresos por sus conocimientos médicos, estos eran muy módicos, y a veces lo hacía por ayudar recibiendo solo palabras de agradecimiento. Sabia que en el momento preciso, las calzaría para acudir a alguna atención. No pensó que ella en algún momento portaría esas Maravillosas botas.

 

(Ahora que lo pienso, además de nuestros padres, los hermanos mayores en algún punto se han convertido en esas personas a quienes también llegamos a admirar mucho. A quererlos como verdaderos Superhéroes por todo lo que nos ayudan, nos dan y DEFIENDEN, díganme si no).

 

Se aproximaba un evento de gran trascendencia para la vida estudiantil de Lulú, y además de carecer de muchas y buenas prendas para vestir, tampoco tenía calzado que pudiera ponerse ese día. Fue así como esas majestuosas botas que guardadas hacían más de tres meses llegaron a las mano de Lulú. Su hermana pensó que no eran del agrado de Lulú, tampoco le preguntó, se acostumbraba poco a saber lo que la otra persona pensaba, quería o le gustaba.


Lulú me contaba con mucha emoción que esas botas le hicieron sentir poderosa, ilimitada y además de ganar en el evento escolar, ganó toda la confianza del mundo, del que siempre se había privado. Ella sabía que no eran mágicas las botas, que por más empeño que primara a cuidarlas, algún día iban a destruirse. Por eso a diario las atesoraba para guardarlas en la memoria de su alma. Para saber que las botas fueron el ancla para que su barco logrará estacionarse en cada puerto al que deseaba llegar.

 

Te extraño Lulú. Te recuerdo con mucho amor.

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