Los senderos que los pasos han ido armando al paso del tiempo, pasan de ser simples trillas a caminos reales. Así lo platicaban en el pueblo. Los hilos de tierra limpia entre el pasto, la maleza y los acahuales.
Nueva Esperanza, Palenque, Chiapas. |
El andar sin fin por un devenir de esperanzas y triunfos. Donde los pasos quedan sujetos a la sublime fotografía del tiempo. Listones de vida.
El trajín diario en la faena campesina, vacas, perros, caballos, carretas, hormigas, insectos, etcétera, todos plasmando sus huellas en la polvareda, seca, húmeda o enlodecida por la lluvia. Las visitas familiares al otro pueblo, al rancho.
Carreteras naturales por las que las ambulancias improvisadas con hamacas y palos como travesaños eran capaces de transportar enfermos con la capacidad disminuida de andar ya por si solos y trasladarlos “al pueblo” con el médico fulano. Seguro esto aún sucede.
El murmullo del algún arroyo que cruzar en esa sensación de agua tibia por las madrugadas o fría al medio día. Los peces dando picotazos en los pies. Aves en los arbustos y cantando, unas más yendose a no sé dónde. Los sonidos del campo presentes siempre.
Ante la imperiosa mirada de las vacas, los caballos, gallinas, patos, pavos y demás... la gente, que no evita observar al caminante.
Tolentino Gómez Salvador.